domingo, 20 de octubre de 2013

DEMÓCRITO DE ABDERA

Éste parece ser el lugar adecuado para decir algunas cosas de las teorías
epistemológicas y éticas de Demócrito de Abdera. Fue Demócrito un discípulo de
Leucipo y, lo mismo que su maestro, pertenece a la escuela atomista; pero su especial
interés para nosotros estriba en la atención que prestó al problema del conocimiento
planteado por Protágoras y al problema de la conducta, que las doctrinas
relativísticas de los sofistas habían agudizado. Platón no menciona nunca a
Demócrito, que es, en cambio, citado con frecuencia por Aristóteles. Dirigió una
escuela en Abdera, y vivía aún cuando Platón fundó la Academia. Los relatos de sus
viajes a Egipto y a Atenas no pueden aceptarse con certidumbre1. Escribió mucho,
pero sus obras no se han conservado.
1. Demócrito daba una explicación mecanicista de las sensaciones. Había hablado
Empédocles de «efluvios» que salen de los objetos y llegan, por ejemplo, a los ojos. Los
atomistas dicen que esos efluvios son átomos, imágenes pequeñísimas (δείκελα,
εἴδωλα) que los objetos emiten sin cesar. Estas diminutas imágenes entran por los
órganos de los sentidos, que no son más que unos caminos (πόροι), y chocan contra el
alma, compuesta ella también de átomos. Al atravesar el aire, las imágenes se
deforman; por eso, los objetos muy lejanos no se perciben bien. Las diferencias de
color eran explicadas por la lisura o rugosidad de las imágenes, y la audición se
explicaba de un modo parecido: la corriente de átomos producida por el cuerpo
resonante provocaría un movimiento en el aire situado entre dicho cuerpo y el oído.
Similares venían a ser las explicaciones sobre el gusto, el olfato y el tacto. (Negábase,
por consiguiente, que las cualidades secundarias fuesen objetivas.) Mediante tales
εἴδωλαes como se conoce también a los dioses; pero éstos son, según Demócrito, seres
superiores, mortales, aunque viven más tiempo que los hombres: son δύσφθαρτα,
pero no ἅφθαρτα. Por supuesto, en el sistema atomista no encajaría la noción estricta
de Dios, pues sólo admite la existencia de los átomos y del vacío2.
Ahora bien, Protágoras el sofista, paisano de Demócrito, afirmaba que todas las
sensaciones son igualmente verdaderas para el sujeto senciente: así, un objeto puede
ser verdaderamente dulce para X y verdaderamente amargo para Y. En cambio,
Demócrito sostenía que todas las sensaciones de los sentidos particulares son falsas,
porque fuera del sujeto no hay nada real que corresponda a ellas. «Νόμφhay lo dulce,
νόμφlo amargo; νόμφhay lo caliente y νόμφlo frío; νόμφel color... Pero ἐτεῆhay los
átomos y el vacío.»3 En otras palabras: nuestras sensaciones son puramente
Éste parece ser el lugar adecuado para decir algunas cosas de las teorías
epistemológicas y éticas de Demócrito de Abdera. Fue Demócrito un discípulo de
Leucipo y, lo mismo que su maestro, pertenece a la escuela atomista; pero su especial
interés para nosotros estriba en la atención que prestó al problema del conocimiento
planteado por Protágoras y al problema de la conducta, que las doctrinas
relativísticas de los sofistas habían agudizado. Platón no menciona nunca a
Demócrito, que es, en cambio, citado con frecuencia por Aristóteles. Dirigió una
escuela en Abdera, y vivía aún cuando Platón fundó la Academia. Los relatos de sus
viajes a Egipto y a Atenas no pueden aceptarse con certidumbre1. Escribió mucho,
pero sus obras no se han conservado.
1. Demócrito daba una explicación mecanicista de las sensaciones. Había hablado
Empédocles de «efluvios» que salen de los objetos y llegan, por ejemplo, a los ojos. Los
atomistas dicen que esos efluvios son átomos, imágenes pequeñísimas (δείκελα,
εἴδωλα) que los objetos emiten sin cesar. Estas diminutas imágenes entran por los
órganos de los sentidos, que no son más que unos caminos (πόροι), y chocan contra el
alma, compuesta ella también de átomos. Al atravesar el aire, las imágenes se
deforman; por eso, los objetos muy lejanos no se perciben bien. Las diferencias de
color eran explicadas por la lisura o rugosidad de las imágenes, y la audición se
explicaba de un modo parecido: la corriente de átomos producida por el cuerpo
resonante provocaría un movimiento en el aire situado entre dicho cuerpo y el oído.
Similares venían a ser las explicaciones sobre el gusto, el olfato y el tacto. (Negábase,
por consiguiente, que las cualidades secundarias fuesen objetivas.) Mediante tales
εἴδωλαes como se conoce también a los dioses; pero éstos son, según Demócrito, seres
superiores, mortales, aunque viven más tiempo que los hombres: son δύσφθαρτα,
pero no ἅφθαρτα. Por supuesto, en el sistema atomista no encajaría la noción estricta
de Dios, pues sólo admite la existencia de los átomos y del vacío2.
Ahora bien, Protágoras el sofista, paisano de Demócrito, afirmaba que todas las
sensaciones son igualmente verdaderas para el sujeto senciente: así, un objeto puede
ser verdaderamente dulce para X y verdaderamente amargo para Y. En cambio,
Demócrito sostenía que todas las sensaciones de los sentidos particulares son falsas,
porque fuera del sujeto no hay nada real que corresponda a ellas. «Νόμφhay lo dulce,
νόμφlo amargo; νόμφhay lo caliente y νόμφlo frío; νόμφel color... Pero ἐτεῆhay los
átomos y el vacío.»3 En otras palabras: nuestras sensaciones son puramentesubjetivas, aunque son causadas por algo externo y objetivo —los átomos— que, sin
embargo, no puede ser percibido por los sentidos particulares. «Por los sentidos no
conocemos en verdad nada seguro, sino sólo algo que cambia según la disposición del
cuerpo y de las cosas que entran en él o con las que él choca.»4 Consiguientemente, los
sentidos particulares no nos proporcionan ninguna información sobre la realidad. Las
cualidades secundarias, [propias o específicas], por lo menos, no son objetivas. «Hay
dos formas de conocimiento (γνώμη): la legítima (γνησίη) y la bastarda (σκοτίη). A la
bastarda pertenecen todas estas cosas: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. La
legítima está enteramente aparte de estas cosas.»5 Mas, como el alma se compone de
átomos y como todo conocimiento lo causa el contacto inmediato del sujeto con los
átomos que le vienen del exterior, es evidente que el conocimiento «legítimo» se da en
el mismo plano que el «bastardo», o sea, que entre la inteligencia y la sensación no
hay diferencia específica, sino sólo de grado. Demócrito vio esto, y comentó: «¡Pobre
Inteligencia, de nosotros [es decir, de los sentidos] es de quienes has recibido las
pruebas para desacreditamos! ¡Tu victoria es tu fracaso!»6

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