domingo, 20 de octubre de 2013

LA ACADEMIA ANTIGUA

La filosofía platónica continuó ejerciendo hondo influjo durante toda la Antigüedad;
pero conviene distinguir varias fases en el desarrollo de la escuela platónica. La
Academia antigua, que estaba compuesta de discípulos y colegas del mismo Platón, se
atuvo más o menos al contenido dogmático de la filosofía del Maestro, si bien se ha de
notar que fueron los elementos «pitagóricos» del pensamiento de Platón los que
recibieron atención preferente. En las Academias media y nueva predominó al
principio una tendencia antidogmática y escéptica, que más tarde cedió el paso a un
retorno a cierto dogmatismo de tipo ecléctico. Este eclecticismo es patente en el
platonismo medio, que en las postrimerías del pensamiento antiguo fue sustituido por
el neoplatonismo, ensayo de una síntesis completa, y de contenido original, del
platonismo con otros elementos que se habían ido introduciendo a lo largo de
diferentes épocas, síntesis en la que resaltan los rasgos que mejor se armonizan con el
espíritu general de aquel tiempo.
La Academia antigua incluye, junto a hombres como Filipo de Opunte, Heráclides
Póntico y Eudoxo de Cnido, a los siguientes sucesores de Platón en la dirección de la
Escuela, en Atenas: Espeusipo (348/7-339/8), Jenócrates (339/8-315/4), Polemón
(315/4-270/69) y Crates (270/69-265/4).
Espeusipo, sobrino de Platón e inmediato sucesor suyo como escolarca, modificó el
dualismo platónico, abandonando la doctrina según la cual las Ideas serían distintas
de τῖ μαθηματικάy haciendo consistir la realidad en números matemáticos1. Con esto
se rechazaban las Ideas-número de Platón, pero quedaba el χωρισμόςesencial. Por
haber admitido Espeusipo la percepción científica (ῖπιστημονική αῖσθησις) se dice a
veces que desechó el dualismo platónico del conocimiento y la percepción2, pero ha de
recordarse que ya Platón mismo había dado algún paso en este sentido, desde el
momento en que admitió que λόγοςy αῖσθησιςcooperan en la aprehensión de la idea
«atómica».
Resulta difícil precisar las doctrinas de los miembros de la Academia antigua, porque
(salvo en el caso de que Filipo de Opunte fuese el autor del Epínomis) ninguna de sus
obras ha llegado completa hasta nosotros, y sólo contamos con las indicaciones de
Aristóteles y con el testimonio de otros autores de la Antigüedad. Pero, según parece,
Espeusipo sostenía que las esencias proceden de la Unidad y de la Multiplicidad
absolutas, y ponía el Bien o τελεία ῖξιςal final del proceso del devenir y no al
comienzo, basándose en el desarrollo de las plantas y de los animales. Entre los seres
animados que proceden del Uno se halla la Razón o Dios3, al que identificaba también
probablemente con el Alma del Mundo. (Acaso haya que ver aquí un argumento en
favor de una interpretación «neoplatónica» de Platón.) En cuanto a las almas
humanas, éstas son íntegramente inmortales. Cabe advertir que Espeusipo interpretó
el relato de la «creación» que aparece en el Timeo como un simple procedimiento
expositivo y no como si pretendiera ser un relato de una creación real en el tiempo: el
mundo no tiene comienzo en el tiempo. A los dioses tradicionales los interpretó como
fuerzas físicas, con lo cual se ganó una acusación de ateísmo4.
Jenócrates de Calcedonia, sucesor de Espeusipo como escolarca, identificó las Ideas
con los números matemáticos y hacía derivar éstos del Uno y de la Díada
indeterminada (aquél sería el Νοῖςo Zeus, padre de los dioses; ésta, el principio
femenino, la madre de los dioses)5. El Alma del Mundo, engendrada por la adición de
lo Idéntico y lo Otro al número, es un número que se mueve por sí mismo. Distinguía
Jenócrates tres mundos —el sublunar, el celeste y el supraceleste— y los tres los
llenaba de «demonios», buenos y malos. Esta doctrina de los demonios malos le
permitía explicar los mitos populares que atribuyen malas acciones a los «dioses», así
como la existencia de cultos inmorales: las malas acciones serían obra de los demonios
malos, y los cultos inmorales irían dirigidos a esos mismos demonios y no a los
dioses6. Igual que su predecesor, sostenía Jenócrates que hasta las partes irracionales
del alma (que no fue creada en el tiempo) sobreviven después de la muerte, y, lo
mismo que su sucesor Polemón, condenaba la consumición de carnes, diciendo que el
comerlas traería consigo el dominio de lo irracional sobre lo racional. Como Espeusipo
y Crantor (y en oposición a Aristóteles), Jenócrates entendía que la prioridad de lo
simple respecto a lo compuesto, de que se habla en el Timeo, es una prioridad lógica y
no temporal.7 (El escrito Περῖ ῖτόμων γραμμῖν, atribuido a Aristóteles, iba dirigido
contra la hipótesis, ideada por Jenócrates, de unas diminutas líneas invisibles, de las
que se servía en la deducción de las dimensiones a partir de los números.)
Heráclides Póntico adoptó la teoría del pitagórico Ecfanto según la cual el mundo
estaría compuesto de partículas, a las que llamó ῖναρμοι ῖγκοι, queriendo significar,
probablemente, que están separadas unas de otras por el espacio. El mundo fue
compuesto de estas partículas mediante la operación de Dios. El alma es, por lo tanto,
corpórea (de éter, elemento que Jenócrates añadió a los tradicionales). Afirmaba
Heráclides que la tierra gira diariamente alrededor de su eje y que Mercurio y Venus
giran en torno al sol; parece que sugirió también que este movimiento lo realiza
igualmente la tierra.
Uno de los más célebres matemáticos y astrónomos de la Antigüedad es Eudoxo (c.
497-355 a. J. C.); como filósofo merece asimismo mención por haber sostenido que las
Ideas se hallan «mezcladas» con las cosas8 y que el bien sumo es el placer9.
El primer comentario al Timeo de Platón fue escrito por Crantor (c. 330-270), quien
interpretaba en él el relato de la «creación» tomando ésta en un sentido intemporal y
no como algo acontecido en el tiempo: si se la describe como acaeciendo en el tiempo
es, simplemente, por las conveniencias del esquematismo lógico. En esta
interpretación, Crantor estaba de acuerdo, como hemos visto, con Espeusipo y con
Jenócrates. En su obra Περῖ πένθους, [Sobre la tristeza], sostenía Crantor la doctrina
de la regulación y disciplinamiento de las pasiones (μετριοπαθεία), oponiéndose al ideal
estoico de la apatía

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