domingo, 20 de octubre de 2013

LA TRAGEDIA

1. Es famosa la definición de la tragedia que da Aristóteles20: «Una tragedia es la
imitación de una acción grave (σπουδαίας) y que, además de grandiosa, es completa en
sí misma, en deleitoso lenguaje, cada peculiar deleite en su correspondiente parte; en
forma dramática, no narrativa; con peripecias que provocan la conmiseración y el
terror, de suerte que se cumpla la purgación (κάθαρσις) de tales pasiones».
A titulo de explicación añadiré algunos puntos:
1) El término adjetivo «grave», esto es, «noble», «digna», «esforzada», indica las
características del contenido de la tragedia. Comparte éstas con la poesía
épica, y por ellas se distinguen las dos de la comedia y de la sátira, que versan
sobre lo bajo, lo feo o lo ridículo.
2) «Completa en sí misma», es decir, que tiene un principio, tiene desarrollo y
es un todo orgánico. Esta «unidad de la intriga» o unidad estructural orgánica
es la única unidad exigida estrictamente por Aristóteles. Verdad es que
Aristóteles observa en la Poética21, que la tragedia, a diferencia de la poesía
épica, «procura mantenerse, en lo posible, dentro de los límites de una sola
revolución del sol o un tiempo que se aproxime a éste»; pero tal afirmación es
simplemente una constatación factual y no la demanda de una unidad de
tiempo. En cuanto a la unidad de lugar, nada se dice de ella. No es exacto, por
consiguiente, afirmar que Aristóteles exigía las tres unidades para la acción
dramática.
3) «En deleitoso lenguaje»: Aristóteles mismo explica que por tal entiende «con
ritmo, armonía o entonaciones de cantos añadidos».
4) «Cada peculiar deleite en su correspondiente parte», o sea, «algunas
porciones ejecutadas simplemente por medio de la métrica, y otras con ayuda
del canto». Aristóteles piensa, claro está, en la tragedia griega, con su
alternancia de parlamentos en verso y de cánticos corales.
5) «En forma dramática y no narrativa.» Esto distingue a la tragedia de la
poesía épica.
6) Catarsis: así se afirma la finalidad psicológica de la tragedia, de lo cual me
ocuparé en seguida.
2. Aristóteles enumera seis elementos constitutivos de la tragedia: la intriga o fábula,
los personajes, el pensamiento, la dicción, el espectáculo y la melodía.22
1) El más importante de estos elementos es, en opinión de Aristóteles, la
intriga o trama, que es «el propósito y fin de la tragedia». Es más importante
que los personajes, porque «en una pieza no se pone a los personajes actuando
para que retraten los caracteres, sino que se incluyen éstos en orden a la
acción». Aristóteles razona así esta tesis un tanto extraña: «La tragedia es
esencialmente una imitación no de personas sino de la acción y de la vida, de
felicidades y desgracias. Toda la dicha o la miseria humana toma la forma de
acción: el fin por el que vivimos es una clase de actividad y no una cualidad. El
carácter nos da cualidades, pero es en nuestras acciones —en lo que hacemos—
en lo que somos felices o infelices; por consiguiente, es imposible que haya una
tragedia sin acción, pero en cambio puede haber una sin caracteres»23. (Sí que
es verosímil que nos guste más un buen relato en el que flojee la pintura de los
caracteres que no otro en el que los personajes estén muy bien descritos pero la
trama resulte ridícula.)
2) Claro que Aristóteles no pretende disminuir la importancia de la pintura de
los personajes en el drama: admite que una tragedia en la que sus caracteres
no tengan fuerza y personalidad es una tragedia defectuosa, y considera que
esa pintura es el elemento más importante después de la fábula.
3) «En tercer lugar viene el elemento de la idea, esto es, la facultad de decir lo
que cada cosa es en sí misma y lo más apropiado a cada ocasión.» Aristóteles
piensa aquí, no en el discurso en cuanto que revela directamente al personaje,
sino en el discurso «sobre un tema puramente indiferente», o sea, en el
pensamiento manifestado «en todo lo que los personajes dicen cuando
aprueban o rechazan algún punto particular o cuando enuncian alguna
proposición universal». Cierto que Eurípides se servía de la tragedia como de
ocasión para discutir diversos asuntos debatidos; pero nosotros podemos
convenir en que el drama no es el sitio más apropiado para las disquisiciones
socráticas.
4) La dicción, esto es, el versó o la prosa. Es un elemento importante, pero,
como observa Aristóteles agudamente, «se pueden ensartar toda una serie de
apropiados parlamentos perfectísimos en cuanto a las ideas y a la dicción y,
con todo, no lograr producir el efecto trágico verdadero».
5) La melodía es «el principal de los accesorios placenteros de la tragedia».
6) El espectáculo es, ciertamente, un atractivo; pero es «la menos importante
de todas las partes y tiene poco que ver con el arte poética». El montaje de la
representación escénica «más compete al decorador que al poeta». Es una pena
que el parecer de Aristóteles sobre este punto no se tomara en consideración en
épocas posteriores. Las complicadas ambientaciones escénicas y los efectismos
espectaculares no son más que pobres sustitutos de la intriga y de la
caracterización de los personajes.
3. Exige Aristóteles, según hemos visto, unidad en la intriga o fábula, una unidad
orgánica, estructural. La trama de la obra no debe ser, ni tan vasta que resulte
imposible abarcarla toda con la memoria, ni tan corta que se quede en anécdota
insignificante. Pero indica también que la unidad de la acción «no consiste, como
suponen algunos, en que sólo un hombre la realice», ni tampoco en describir todas y
cada una de las cosas que al héroe le ocurran. El ideal está en que los diversos
incidentes de la acción vayan tan bien ligados unos con otros «que la transposición o
la omisión de uno de ellos suponga el disloque y la destrucción del conjunto. Pues
aquello cuya presencia o ausencia es imperceptible en un todo no forma en realidad
parte de ese todo». Los incidentes han de seguirse no «de manera episódica», sino con
probabilidad o necesidad. Como advierte Aristóteles, «hay mucha diferencia entre que
una cosa suceda propter hoc y que suceda post hoc» (διὰ τάδε ἤμετὰ τάδε).
4. Piensa Aristóteles que la tragedia (al menos la compleja o πεπλεγμένη) consta de la
peripecia o del descubrimiento, si no de ambos: 1) La περιπέτεια es el repentino
cambio de un estado de cosas en su contrario, p. ej., cuando el mensajero revela el
secreto del nacimiento de Edipo, cambia en el drama todo el estado de cosas, porque
Edipo comprende entonces que, sin saberlo ni quererlo, ha estado viviendo
incestuosamente; 2) la ἀναγνωρισιςes «un cambio de la ignorancia en saber, y, por
ende, en amor o en odio, en los personajes marcados por la buena fortuna o por el
infortunio».24
En el caso de Edipo, el descubrimiento va, como se sabe, acompañado de la peripecia,
y ésta es, según Aristóteles, la forma más refinada de descubrimiento. Así se consigue
el efecto trágico: suscitar la conmiseración y el terror.
5. Dado que la tragedia es una imitación de las acciones que provocan pena y horror,
hay tres modalidades de intriga que se han de evitar en ella:
1) No deberá verse a un hombre bueno pasando de la dicha a la desgracia, pues
esto, según Aristóteles, es sencillamente odioso y hará que nuestros ánimos se
distraigan llenándose de tanto disgusto y horror que no podrá producirse el
efecto trágico.
2) Tampoco deberá verse a un malvado pasar de la desdicha a la felicidad. Esto
es de lo más «antitrágico», pues ni mueve a piedad ni espanta.
3) Ni se debe ver cómo un hombre extremadamente perverso cae de la felicidad
en la desgracia. Esto puede suscitar un sentimiento humano, pero no piedad ni
terror, pues aquélla es provocada por la desgracia inmerecida y éste por el
infortunio de alguien semejante a nosotros mismos.
Sólo queda, por consiguiente, que la tragedia ponga ante nuestros ojos un tipo
«intermedio» de personaje que padezca desgracias por algún error de juicio y no por
sus vicios o depravación. Aristóteles no está, pues, de acuerdo con los críticos que
censuraban a Eurípides por haber dado fines desastrosos a muchas de sus piezas, ya
que esto es lo propio de la tragedia, aunque no lo sea de la comedia. (Aunque en
algunas tragedias griegas había interludios cómicos, la tendencia predominante era
hacia la tragedia y la comedia puras, y las opiniones de Aristóteles reflejan más bien
esta tendencia.)
6. La piedad y el terror trágicos deberían ser provocados por la acción misma y no por
elementos extraños a ella, p. ej., la representación en pleno escenario de un crimen
brutal. (Desde luego, Aristóteles aprobaría sin vacilaciones el que a Agamenón se le
diese muerte «entre bastidores» y no a ojos vistas. Y es probable que desaprobara el
asesinato de Desdémona ante el público.)
7. Llegamos ahora al examen de la finalidad psicológica de la tragedia, que es el
suscitar piedad y terror para que se produzca la κάθαρσις de estas emociones. El
significado exacto que a esta famosa doctrina de la κάθαρσις haya de darse ha sido
tema de continua discusión. Como dice Sir David Ross, «acerca de esta célebre
doctrina se ha escrito toda una biblioteca»25. La dificultad de interpretarla se agrava
aún por el hecho de que no ha llegado hasta nosotros el libro segundo de la Poética —
en el que, según se conjetura, explicaría Aristóteles qué es lo que entendía por
catharsis (y probablemente trataba también de la comedia).
Para su explanación se han seguido estas dos líneas principales: 1) La catharsis en
cuestión es una «purificación» de las emociones de piedad y terror, tomada la
metáfora de las purificaciones rituales (esto es lo que opinaba Lessing). 2) La
catharsis es una purga o «eliminación temporal» de las emociones de piedad y terror,
tomada la metáfora de la medicina (tal era la opinión de Bernays). Esta segunda
opinión parece la más aceptable desde el punto de vista exegético, y hoy es la más
admitida. Según ella, el objeto inmediato de la tragedia, conforme a Aristóteles, es
suscitar las emociones de piedad y espanto: conmiseración ante los sufrimientos
pretéritos y actuales del héroe; temor al considerar los que todavía podrán
sobrevenirle. Objeto mediato o ulterior de la tragedia sería, por ende, aliviar o purgar
al alma de estas emociones abriéndoles, mediante el arte, un escape placentero y no
perjudicial. Lo cual presupone la admisión de que esas emociones son indeseables,
sobre todo si son excesivas, pero que todos los hombres, o la mayoría, están sujetos a
vellas, de tal suerte que es práctica saludable y beneficiosa para todos—y para algunos
necesaria— la de darles periódicamente una oportunidad de excitarse y descargarse
por vía artística, siguiendo un proceso que es, a la vez, grato. Ésta sería la respuesta
de Aristóteles a la crítica que de la tragedia hizo Platón en la República: la tragedia
no produce efectos desmoralizadores, antes es un placer inofensivo. Hasta qué punto
reconociese Aristóteles algún elemento intelectual en esta recreación, en este placer,
es una cuestión a la que no podemos dar respuesta contando sólo, como contamos, con
una Poética truncada.

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