domingo, 20 de octubre de 2013

LA PRIMERA ESCUELA CÍNICA

Los cínicos, o «discípulos del perro», tal vez se ganaran este nombre porque vivían sin
someterse a ningún convencionalismo, o porque Antístenes, el fundador de la escuela,
enseñaba en el gimnasio llamado Cinosargos (Kynosargēs). Quizás ambos factores
tengan relación con el apodo.
Antístenes (c. 445-c. 365) era hijo de padre ateniense y de una esclava tracia7. Esto
explicaría por qué enseñaba en el Cinosargos, que se reservaba para quienes no eran
de pura sangre ateniense. Aquel gimnasio estaba dedicado a Heracles, y los cínicos
tomaron al héroe como una especie de patrono o dios tutelar. Una de las obras de
Antístenes llevaba por título el nombre de Heracles8.
Discípulo primeramente de Gorgias, Antístenes se hizo después seguidor de Sócrates,
a quien admiraba mucho. Pero lo que más que nada le movía a admirarle era la
independencia de carácter de que daba muestras Sócrates al actuar según sus propias
convicciones costara lo que costase. Olvidando, sin embargo, que si su maestro se
había mostrado independiente con respecto a las riquezas de la tierra y al aplauso de
los hombres había sido únicamente para lograr el mayor bien de la sabiduría
verdadera, Antístenes hizo de esta independencia y de la autosuficiencia consiguiente
un ideal o un fin en sí. La virtud era a sus ojos mera independencia respecto de todos
los bienes y placeres terrenales: era, de hecho, una noción negativa —el renunciar, el
bastarse a sí mismo—. Con ello, el aspecto negativo de la vida de Sócrates lo
transformó Antístenes en un fin positivo. De manera parecida, la insistencia de
Sócrates en el conocimiento ético fue exagerada por Antístenes y se convirtió en un
positivo desprecio del estudio científico y de las artes. La virtud —decía él— es
suficiente de suyo para la felicidad: ninguna otra cosa se requiere, y la virtud es la
falta de deseos, el carecer de necesidades, la total independencia. Sócrates, ya se
entiende, había sido independiente con respecto a las opiniones ajenas tan sólo porque
poseía hondas convicciones y principios propios, cuyo abandono para satisfacer a la
opinión popular lo hubiese considerado como una traición a la Verdad. Pero él no se
dedicó a ponerse por montera las opiniones populares o los convencionalismos
simplemente por el gusto de hacerlo así, como parece que lo hicieron los cínicos y en
especial Diógenes. La filosofía de los cínicos era, pues, la exageración de una de las
facetas de la vida y de la actitud de Sócrates, y presentaba un matiz negativo o, a lo
sumo, podía tomarse como lejana consecuencia de un aspecto mucho más positivo.
Sócrates estuvo dispuesto a desobedecer a los oligarcas con riesgo de su vida, antes
que cometer una acción injusta; pero nunca hubiese vivido, como Diógenes, dentro de
un tonel tan sólo para manifestar su desprecio al modo de vivir de los hombres.
Antístenes se opuso fuertemente a la teoría de las Ideas, y mantuvo que lo único que
hay en la realidad son los individuos. Se dice que hizo esta observación: «¡Oh Platón,
yo veo el caballo, pero no veo la "caballidad"!»9 A cada cosa no se debería aplicar más
que su propio nombre; por ejemplo, podemos decir, sí, que «el hombre es hombre» o
que «lo bueno es bueno», pero no que «el hombre es bueno». Ningún predicado debería
atribuirse a un sujeto, sino sólo el sujeto mismo10. Junto con esto sostenía que de unindividuo nada más puede predicarse su propia naturaleza individual: no se le puede
atribuir el ser miembro de una especie. De ahí su negación de la teoría de las Ideas.
Otra teoría lógica de Antístenes era la de la imposibilidad de contradecirse a sí
mismo: pues si un hombre dice cosas diferentes, es que está hablando de objetos
diferentes.»1

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