domingo, 20 de octubre de 2013

LOS ANTIGUOS ESCÉPTICOS, LAS ACADEMIAS MEDIA Y NUEVA

1. El escepticismo antiguo. — Lo mismo que en el estoicismo y en la filosofía del
Jardín, también en la escuela de Pirrón, el fundador del escepticismo, la teoría se
subordinaba a la práctica, aunque con esta gran diferencia que mientras los estoicos y
los epicúreos consideraban la ciencia o el saber positivo como un medio para conseguir
la paz del alma, los escépticos trataban de llegar a idéntico fin mediante la
desaprobación del saber, esto es, por el escepticismo, lo contrario de la ciencia.
Pirrón de Elis (c. 360-c. 270 a. J. C.), de quien se dice que había acompañado a
Alejandro en su expedición hacia la India1, fue influido al parecer por la teoría
democrítea de las cualidades sensibles, el relativismo de los sofistas y la
epistemología cirenaica. Enseñó que la razón humana no puede penetrar hasta la
esencia íntima de las cosas (éstas son ἀκατάληπτα para nosotros)2: lo único que
podemos conocer es la manera como las cosas aparecen ante nosotros. Unas mismas
cosas les parecen distintas a diferentes personas, y no nos es posible saber cuál es la
opinión acertada: a todo aserto podemos oponerle con igual fundamento el aserto
contradictorio (ἰσοθένεια τῶν λόγων). Por lo tanto, de nada podemos estar ciertos, y
el sabio debe abstenerse de juzgar (ἐπέειν). En vez de decir «Esto es así», deberíamos
decir «Esto me parece así» o «Puede que sea así».
El mismo escepticismo y la consiguiente suspensión de juicio se hacen extensivos a la
esfera práctica. Nada es de suyo feo o bonito, bueno o malo, o por lo menos no lo
podemos asegurar, no podemos cerciorarnos de ello en nuestras vidas, todas las cosas
exteriores nos son indiferentes, y el sabio se preocupará nada más de mantener
tranquilo su espíritu a toda costa. Claro está que ni siquiera el sabio puede prescindir
de actuar y de tomar parte en la vida práctica, pero en las cuestiones prácticas se
atenderá a la opinión probable, a la costumbre y a la ley, sabiendo que la verdad
absoluta es inaccesible.
Diógenes Laercio nos informa de que Pirrón sólo expuso oralmente sus doctrinas
filosóficas3, pero las conocemos por las de su discípulo Timón de Fliunte (c. 320-230 a.
J. C.), a quien llama Sexto Empírico ὁπροφήτηςτῶν Πύρρωνος λόγων.4 Timón
compuso Σίλλοι o versos satíricos en los que parodiaba a Homero y a Hesíodo y hacía
chacota de los filósofos griegos con excepción de Jenófanes y del mismo Pirrón. Según
Timón, no podemos fiarnos ni de las percepciones sensibles ni de la razón. Por
consiguiente, hemos de suspender todo juicio, sin permitirnos emitir ninguna
afirmación teórica, y sólo así conseguiremos la verdadera ἀταραξίαo tranquilidad del
alma. (Parece ser que Cicerón no tuvo a Pirrón por escéptico, sino que le consideró
más bien como a un moralista que había predicado y puesto en práctica la
indiferencia respecto a las cosas exteriores. No se sale de lo posible el que Pirrón,
personalmente, no defendiera la posición escéptica; pero como no dejó escritos,
difícilmente podremos saberlo con certeza.)
2. La Academia media. — Había sostenido Platón que los objetos de la percepción
sensible no son los del conocimiento verdadero, pero él estaba muy lejos de ser
escéptico, ya que lo esencial de su dialéctica era la obtención del conocimiento
verdadero y cierto, de lo eterno y de lo permanente. Sin embargo, en lo que se
denomina la Academia segunda o media manifiéstase una corriente de pensamiento
escéptico dirigido sobre todo contra el dogmatismo estoico, pero expresado también en
términos universales. Así, Arcesilao (315/4-241/0), el fundador de la Academia media,
es célebre por su dicho de que él no estaba cierto de nada... ni siquiera de si dudaba o
no de todo5, con lo cual iba más allá en cuanto a incertidumbre que Sócrates, quien
por lo menos sabía que no sabía nada. Arcesilao practicó, pues, una suspensión de
juicio (ἐποχή) parecida a la de los pirronistas6. A la vez que trataba de apoyar su tesis
aduciendo el ejemplo y la práctica de Sócrates, Arcesilao atacó en especial la
epistemología de los estoicos. No hay ninguna representación que no pueda ser falsa:
ninguna de nuestras percepciones sensibles o «presentaciones» posee la garantía de
Una validez objetiva, puesto que podemos sentir una certidumbre subjetiva
igualmente intensa aun en el caso de que la presentación sea objetivamente falsa. De
ahí que nunca podamos estar ciertos de nada.
3. La Academia nueva. — 1. El fundador de la Academia tercera o nueva fue
Carnéades de Cirene (214/12-129/8 a. J. C.), que acompañó a Diógenes el estoico en su
embajada a Roma en 156/5. Seguidor del escepticismo de Arcesilao, enseñó Carnéades
que el conocimiento es imposible y que no existe criterio alguno de verdad. Mantuvo,
contra los estoicos, que no hay ninguna representación sensible junto a la cual no
podamos poner una representación falsa e imposible de distinguir de la verdadera; en
apoyo de esta tesis apelaba al influjo que ejercen sobre nosotros las representaciones
oníricas, y también a los estados de alucinación y de ilusión engañosa. Por tanto, las
impresiones de los sentidos no son infalibles, y los estoicos no pueden tampoco
considerar la razón, como un remedio, puesto que ellos mismos admiten que los
conceptos se basan en la experiencia.7
Somos incapaces de probar cosa alguna, ya que toda prueba consta de aserciones y
éstas deberán probarse a su vez, y así sucesivamente... hasta el infinito. Toda filosofía
dogmática es, en consecuencia, imposible: para cada aspecto de una cuestión pueden
aducirse razones igualmente buenas o igualmente malas. Carnéades combatió la
teología estoica, tratando de demostrar que sus pruebas de la existencia de Dios no
eran concluyentes y que su doctrina sobre la naturaleza de Dios contenía antinomias8.
Por ejemplo, los estoicos apelaban al consensus gentium como argumento probatorio
de la divina existencia. Mas, en caso de que puedan probar —decía— ese consensus
afirmación teórica, y sólo así conseguiremos la verdadera ἀταραξίαo tranquilidad del
alma. (Parece ser que Cicerón no tuvo a Pirrón por escéptico, sino que le consideró
más bien como a un moralista que había predicado y puesto en práctica la
indiferencia respecto a las cosas exteriores. No se sale de lo posible el que Pirrón,
personalmente, no defendiera la posición escéptica; pero como no dejó escritos,
difícilmente podremos saberlo con certeza.)
2. La Academia media. — Había sostenido Platón que los objetos de la percepción
sensible no son los del conocimiento verdadero, pero él estaba muy lejos de ser
escéptico, ya que lo esencial de su dialéctica era la obtención del conocimiento
verdadero y cierto, de lo eterno y de lo permanente. Sin embargo, en lo que se
denomina la Academia segunda o media manifiéstase una corriente de pensamiento
escéptico dirigido sobre todo contra el dogmatismo estoico, pero expresado también en
términos universales. Así, Arcesilao (315/4-241/0), el fundador de la Academia media,
es célebre por su dicho de que él no estaba cierto de nada... ni siquiera de si dudaba o
no de todo5, con lo cual iba más allá en cuanto a incertidumbre que Sócrates, quien
por lo menos sabía que no sabía nada. Arcesilao practicó, pues, una suspensión de
juicio (ἐποχή) parecida a la de los pirronistas6. A la vez que trataba de apoyar su tesis
aduciendo el ejemplo y la práctica de Sócrates, Arcesilao atacó en especial la
epistemología de los estoicos. No hay ninguna representación que no pueda ser falsa:
ninguna de nuestras percepciones sensibles o «presentaciones» posee la garantía de
Una validez objetiva, puesto que podemos sentir una certidumbre subjetiva
igualmente intensa aun en el caso de que la presentación sea objetivamente falsa. De
ahí que nunca podamos estar ciertos de nada.
3. La Academia nueva. — 1. El fundador de la Academia tercera o nueva fue
Carnéades de Cirene (214/12-129/8 a. J. C.), que acompañó a Diógenes el estoico en su
embajada a Roma en 156/5. Seguidor del escepticismo de Arcesilao, enseñó Carnéades
que el conocimiento es imposible y que no existe criterio alguno de verdad. Mantuvo,
contra los estoicos, que no hay ninguna representación sensible junto a la cual no
podamos poner una representación falsa e imposible de distinguir de la verdadera; en
apoyo de esta tesis apelaba al influjo que ejercen sobre nosotros las representaciones
oníricas, y también a los estados de alucinación y de ilusión engañosa. Por tanto, las
impresiones de los sentidos no son infalibles, y los estoicos no pueden tampoco
considerar la razón, como un remedio, puesto que ellos mismos admiten que los
conceptos se basan en la experiencia.7
Somos incapaces de probar cosa alguna, ya que toda prueba consta de aserciones y
éstas deberán probarse a su vez, y así sucesivamente... hasta el infinito. Toda filosofía
dogmática es, en consecuencia, imposible: para cada aspecto de una cuestión pueden
aducirse razones igualmente buenas o igualmente malas. Carnéades combatió la
teología estoica, tratando de demostrar que sus pruebas de la existencia de Dios no
eran concluyentes y que su doctrina sobre la naturaleza de Dios contenía antinomias8.
Por ejemplo, los estoicos apelaban al consensus gentium como argumento probatorio
de la divina existencia. Mas, en caso de que puedan probar —decía— ese consensus
gentium, demostrarán, sí, que hay una creencia universal en la existencia de dioses,
pero con esto no habrán probado que los haya de hecho. Y ¿en qué se fundan los
estoicos para afirmar que el universo es sabio y razonable? Primero es preciso probar
que esté animado, cosa que ellos no prueban. Si aseguran que tiene que haber una
Razón universal de la que proceda la razón humana, ante todo deberán probar que el
espíritu humano no puede ser un producto espontáneo de la naturaleza. Además, el
argumento de la finalidad no es concluyente. Si el universo fuese producto de un
designio, estuviese hecho según un plan, entonces indudablemente tendría que haber
un autor de ese plan, de ese designio; pero aquí está precisamente la cuestión
batallona: en saber si el universo es o no algo producido conforme a un plan. ¿No
podría ser un efecto fortuito de las fuerzas naturales?
El Dios de los estoicos tiene alma, y, por lo mismo, habrá de ser sensible. Pero si
puede sentir y recibir impresiones, entonces podrá sufrir a causa de esas impresiones
y estará, en última instancia, sujeto a la desintegración. Por otra parte, si Dios es
racional y perfecto, tal como lo suponen los estoicos, no puede ser «virtuoso» como
también le suponen. ¿Cómo va a ser Dios, por ejemplo, valiente o esforzado? ¿Qué
peligros, qué padecimientos, qué trabajos le afectarán de modo que pueda mostrar
valentía?
Los estoicos mantienen una doctrina de la Divina Providencia. Pero, entonces, ¿cómo
explican, por ejemplo, la existencia de las serpientes venenosas? Dicen los estoicos
que la Providencia de Dios se manifiesta en su don de la razón al hombre. Ahora bien,
la inmensa mayoría de los hombres se sirven de ese don para degradarse, de suerte
que para tales hombres el poseer razón es un mal y no un beneficio. Si Dios ejerciese
verdaderamente su Providencia sobre todos los hombres les habría hecho buenos a
todos y les habría dado a todos la recta razón. Por otro lado, es inútil que Crisipo
hable de «negligencia» por parte de Dios respecto a las cosas «mínimas», a las
«minucias». En primer lugar, eso de lo que la Providencia ha descuidado el ocuparse
no es ninguna cosa de poca monta; en segundo lugar, el descuido no pudo ser en Dios
intencional (porque la negligencia intencionada es una falta incluso en un legislador
de la tierra); en tercer lugar, la negligencia inadvertida es inconcebible tratándose de
una Razón infinita.
Éstas y otras críticas de Carnéades van dirigidas contra las doctrinas estoicas, por lo
que sólo tienen, en parte, interés académico. Al aferrarse a una doctrina materialista
acerca de Dios, los estoicos se enredaban en inextricables dificultades, porque, si se
dice que Dios es material, habrá que admitir que puede descomponerse, y si El es el
Alma del mundo —que posee un cuerpo— podrá experimentar placeres y dolores. Las
críticas contra semejante concepción de la divinidad no pasan de tener para nosotros
un interés meramente erudito. Por lo demás, a nosotros nunca se nos ocurriría
atribuir virtudes a Dios de la manera antropomórfica que implica la crítica de
Carnéades. Ni trataríamos nunca de probar filosóficamente que todo ha sido creado
para bien del hombre. No obstante, algunas de las objeciones ideadas por Carnéades
tienen un interés perenne y se puede intentar rastrearlas en todas las teodiceas; así,
por ejemplo, la de la existencia, en el mundo, del dolor físico y del mal moral. Sobre
este punto ya hicimos algunas observaciones al tratar de la teodicea estoica, y más
adelante expondremos cómo procuraron responder a estas preguntas otros filósofos
medievales y modernos; pero siempre se ha de recordar que, aunque la razón humana
sea incapaz de responder plena y satisfactoriamente a todas las dificultades que
contra una tesis se puedan suscitar, esto no nos obliga a desechar esa tesis si tiene a
su favor argumentos válidos.

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