viernes, 18 de octubre de 2013

EL AVANCE DE ANANÁGORAS

Anaxágoras nació en Clazomene, ciudad de Asia Menor, hacia el año 500 a. J. C., y,
aunque griego, fue indudablemente súbdito persa, pues Clazomene había sido
sometida tras la represión de la revuelta jonia; hasta es posible que pasase a Atenas
formando parte del ejército persa. De haber sido así, se explicaría muy bien por qué
fue a Atenas el año de la batalla de Salamina, 480-479 a. J. C. Fue el primer filósofo
que se estableció en aquella ciudad, que posteriormente alcanzaría tan gran
florecimiento como centro de los estudios filosóficos.1
Sabemos por Platón2 que Pericles fue, de joven, discípulo de Anaxágoras: esto le trajo
más tarde al filósofo algunos contratiempos, pues cuando llevaba ya residiendo cerca
de treinta años en la Ciudad, fue llevado a los tribunales por los adversarios políticos
de Pericles, allá por el año 450 a. J. C. Diógenes Laercio nos informa de que se le
acusó de impiedad (cita a Soción) y de «medizar» [ser partidario de los medos] (dice
citando a Sátiro). En cuanto a la primera acusación, Platón refiere que se basaba en el
hecho de que Anaxágoras solía enseñar que el sol es una piedra calentada hasta el
rojo blanco y que la luna está hecha de tierra.3 Semejantes cargos fueron sin duda un
amaño tramado principalmente para dañar a Pericles en la persona de Anaxágoras.
(Otro maestro de Pericles, Damón, padeció de ostracismo.) Anaxágoras fue condenado,
pero lo sacaron de la prisión, probablemente por obra del mismo Pericles, y pudo
retirarse a Jonia, donde se estableció en Lámpsaco, colonia de Mileto. Es verosímil
que allí fundase una escuela. Sus conciudadanos erigieron un monumento a su
memoria en la plaza del mercado (un altar dedicado a la Mente y a la Verdad), y
durante mucho tiempo el aniversario de su muerte fue día de vacación para los niños
de las escuelas, tal como él lo había pedido, según se dice.
Anaxágoras, expuso su filosofía en un libro del que sólo nos han llegado algunos
fragmentos que, al parecer, pertenecen todos únicamente a la primera parte de la
obra. La conservación de estos fragmentos se debe a Simplicio (siglo 6 d. J. C.).
* * *
Anaxágoras aceptó, como Empédocles, la teoría de Parménides de que el Ser ni
comienza ni se extingue, sino que es inmutable. «Los helenos no entienden bien el
nacimiento y la muerte, pues nada nace ni muere, sino que se da una mezcla y una
separación de las cosas que existen» (es decir, que persisten)4. Ambos pensadores
están, pues, de acuerdo en lo que respecta a la indestructibilidad de la materia, y
ambos concilian este punto de vista con el hecho evidente del cambio mediante la
postulación de unas partículas materiales indestructibles, cuya mezcla forma los
objetos y cuya separación explica la destrucción de los mismos. Pero Anaxágoras no
seguirá de acuerdo con Empédocles en lo de que las unidades últimas sean partículas
correspondientes a los cuatro elementos —tierra, aire, fuego y agua—. Él enseña que
cuanto tiene partes cualitativamente similares al todo es último y no derivado de
ninguna otra cosa. Aristóteles llama a estos todos que tienen partes cualitativamente
semejantes τά όμοιομερῆ, homeomerías; τό όμοιομερέςse opone a τό ἀνομοιομερές.
Esta distinción se entiende fácilmente con un ejemplo: si suponemos que una pieza de
oro se corta por la mitad, las dos partes resultantes son también de oro. Estas partes
son así, cualitativamente, iguales que el todo, y al todo lo podemos calificar de
όμοιομερές. En cambio, si se divide en dos a un perro, organismo vivo, las partes
resultantes no serán dos perros: el todo es, pues, en este caso ἀνομοιομερές. Queda de
este modo clara la noción general, sin que sea necesario oscurecerla introduciendo
consideraciones tomadas de la experiencia científica moderna. Algunas cosas tienen
partes cualitativamente semejantes, y esas cosas son últimas y no derivadas (es decir,
en lo que respecta a la especie, pues ningún conjunto dado de partículas es último e
inderivado). «¿Cómo podría proceder el pelo de do que no es pelo, o la carne de lo que
no es carne?», pregunta Anaxágoras5. Pero de ello no se sigue que cuanto parece ser
όμοιομερέςlo sea realmente. Así; según Aristóteles, Anaxágoras no consideraba los
elementos de Empédocles —tierra, aire, fuego y agua—como realmente últimos; por el
contrario, para él, eran mezclas compuestas de muchas partículas cualitativamente
diferentes6

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