domingo, 20 de octubre de 2013

EL PROBLEMA SOCRÁTICO

El problema «socrático» es el de fijar con exactitud cuáles fueron sus enseñanzas
filosóficas. Las características de las fuentes de que disponemos —obras socráticas de
Jenofonte (Memorables y Banquete), diálogos de Platón, varias afirmaciones de
Aristóteles, las Nubes de Aristófanes— hacen que este problema sea difícil. Por
ejemplo, si nos basamos sólo en Jenofonte, sacaremos la impresión de que a Sócrates
le interesaba sobre todo formar hombres de bien y buenos ciudadanos, pero que no le
importaron las cuestiones lógicas ni las metafísicas: se trataría de un moralista
popular. Si, por otra parte, basamos nuestra concepción de cómo fue Sócrates en los
diálogos de Platón tomados en conjunto, nos parecerá un metafísico de primerísima
categoría, un hombre que no se contentó con estudiar las cuestiones que plantea el
comportamiento diario, sino que echó los fundamentos de una filosofía trascendente,
caracterizada por su doctrina acerca de un mundo metafísico de las Formas. Por otro
lado, las afirmaciones de Aristóteles (si se las interpreta sin retorcimientos) nos dan a
entender que, aunque Sócrates no dejó de interesarse por las cuestiones teóricas, sinembargo no es de él mismo la doctrina de las Formas subsistentes o Ideas, que es
peculiar del platonismo.
La opinión a la que comúnmente se ha llegado es la de que, si bien el retrato hecho
por Jenofonte resulta demasiado «grosero» y «trivial», debido más que nada a falta de
interés y de capacidad filosófica en su autor (aunque también se ha sostenido, cosa
que parece improbable, que Jenofonte quiso presentar adrede un Sócrates más
«vulgar» de lo que en realidad era y de lo que él le había conocido, y ello con fines
apologéticos), lo que no podemos rechazar es el testimonio de Aristóteles, y, por lo
tanto, nos vemos obligados a concluir que Platón, excepto en sus primeras obras
socráticas, como por ejemplo en la Apología, puso sus propias doctrinas en labios de
Sócrates. Esta opinión tiene la gran ventaja de no colocar en flagrante oposición al
Sócrates de Jenofonte con el de Platón (pues las lagunas que se advierten en el
retrato jenofónteo pueden explicarse como secuela del carácter del propio Jenofonte y
de los intereses que predominaban en él), y, a la vez, no se echa en saco roto el claro
testimonio de Aristóteles. De esta manera obtenemos un retrato más o menos
coherente de Sócrates y no violentamos sin justificación ninguna las fuentes (que es
de lo que suelen argüir si no los mantenedores de que Sócrates fue principalmente un
teorizador).
Sin embargo, esta opinión ha sido discutida. Así, por ejemplo, Karl Joel, fundando su
concepción de Sócrates en el testimonio de Aristóteles, sostiene que Sócrates fue un
intelectualista o racionalista, un representante del tipo ático, y que el Sócrates
jenofónteo es, en cambio, un Willensethiker [ético de la voluntad], representante del
tipo espartano, y, por ende, no el Sócrates histórico. Según Joel, pues, Jenofonte pintó
a Sócrates con colores dorios y lo desfiguró19.
Döring sostenía, por el contrario, que para obtener una imagen histórica de Sócrates
debemos buscarla en Jenofonte. El testimonio de Aristóteles no hace sino resumir el
somero juicio de la Academia antigua sobre la importancia filosófica de Sócrates,
mientras que Platón se valió de Sócrates como de un punto de apoyo para montar sus
propias doctrinas filosóficas20. En Inglaterra, Burnet y Taylor han defendido otro
punto de vista. Según ellos, el Sócrates histórico es el de Platón21. Éste rebasó, sin
duda, el pensamiento de su maestro, pero, así y todo, las enseñanzas filosóficas que le
hace proferir por sus labios en los diálogos representan, sustancialmente, las
auténticas enseñanzas de Sócrates. De ser esto verdad, Sócrates mismo habría
inventado la teoría metafísica de las Formas o Ideas, y la afirmación de Aristóteles
(de que Sócrates no «separó» las Formas), o habrá de rechazarse, como debida a
ignorancia, o precisará de largas explicaciones. Es muy poco verosímil, dicen Burnet y
Taylor, que Platón pusiese sus propias teorías en labios de Sócrates si éste nunca las
hubiese sostenido, siendo así que aún vivían gentes que habían conocido a Sócrates y
sabían cuáles fueron sus enseñanzas. Señalan, además, que en varios de los últimos
diálogos de Platón no es Sócrates quien lleva la voz cantante, y que en las Leyes se
prescinde de él por completo; de aquí deducen que, en los diálogos en que es Sócrates
el interlocutor principal, Platón expone las ideas de Sócrates y no las suyas propias,
mientras que en los diálogos más tardíos desarrolla ya puntos de vista independientes
(por lo menos independientes respecto a Sócrates), razón por la cual va relegando a su
maestro al fondo de la escena. No cabe duda de que este último argumento es
bastante fuerte, como lo es también el de que en un diálogo «temprano», cual es el
Felón, que trata de la muerte de Sócrates, ocupe un lugar preponderante la teoría de
las Formas. Pero, si el Sócrates histórico fuese el de Platón, tendríamos que decir,
lógicamente, que en el Timeo, por ejemplo, Platón se dedica a poner en boca del
disertador principal opiniones de las que él, Platón, no se hace responsable, ya que, si
Sócrates no habla por Platón mismo, nada obliga a creer que Fedón sí, que esté
hablando en vez de Platón.
A. E. Taylor no titubea en adoptar esta hipótesis, extremada aunque consecuente;
pero no sólo es prima facie de lo más inverosímil el que podamos librar así a Platón de
la responsabilidad de casi todo lo que dice en sus diálogos, sino que además, por lo
que al Timeo respecta, si la opinión de Taylor fuese acertada, ¿cómo podríamos
explicar que una cosa tan notable se hubiese evidenciado por primera vez en el siglo
20 d. J. C.?22 Añádase que la defensa coherente de la opinión de Burnet y Taylor
acerca del Sócrates platónico implica el que se atribuyan a Sócrates elaboraciones,
refinamientos y desarrollos de la teoría de las Ideas que es improbabilísimo que el
Sócrates histórico hubiese podido llevar a cabo. Aparte de que tal posición obligaría a
prescindir por completo del testimonio de Aristóteles.
Verdad es que muchas de las críticas que de la teoría de las Ideas hace Aristóteles en
los libros Metafísicos van dirigidas contra la forma matemática de la teoría enseñada
por Platón en sus lecciones de la Academia, y que algunas de esas críticas suponen un
extraño olvido de la que Platón dice en los Diálogos, hecho que tal vez indique que
Aristóteles sólo reconocía como platónica la teoría expuesta en la Academia pero no
publicada, por Platón. Mas esto no bastaría, ciertamente, para poder hablar de una
total disparidad entre la versión que de la teoría de Aristóteles (con justicia o sin ella)
y la teoría que en los Diálogos se desarrolla. Es más, el hecho mismo de que la teoría
evolucione, se modifique y se vaya afinando en los Diálogos, parece querer decir que
representa, en parte al menos, las reflexiones del propio Platón sobre su tesis. Los
autores posteriores de la Antigüedad creían, sin lugar a dudas, que los Diálogos de
Platón pueden considerarse como genuina expresión de su filosofía, si bien tenían
diversos pareceres en cuanto a la relación que hubiera entre los Diálogos y las
enseñanzas de Sócrates: los autores más antiguos pensaban que Platón había
introducido en los Diálogos mucho de su propia cosecha. Siriano contradice a
Aristóteles, pero el Profesor Field observa que sus razones parecen expresar «su
propia opinión sobre lo que era conveniente en la relación entre maestro y
discípulo»

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