domingo, 20 de octubre de 2013

EL NEOPLATONISMO PLOTINIANO

1. Vida de Plotino. — No se sabe con certeza dónde nació Plotino, por más que
Eunapio diga que el lugar de su nacimiento fue Licón y Suidas que Licópolis.1 De
todos modos, era natural de Egipto, donde vio la luz hacia 203 o 204 d. J. C. (Porfirio
da el año 205/6.) Según nos informa Porfirio, oyó Plotino sucesivamente las lecciones
de varios profesores de Alejandría, pero no encontró lo que andaba buscando hasta
que, cuando tenía ya veintiocho años, se puso bajo la dirección de Amonio Sacas. Fue
alumno de Amonio hasta el año 242, fecha en la que se unió a la expedición del
emperador Gordiano a Persia, con el fin de adquirir conocimientos de la filosofía
persa. Mas, habiendo fracasado aquella expedición por el asesinato de Gordiano en
Mesopotamia, Plotino marchó a Roma, adonde llegó siendo ya cuarentón. Abrió allí
una escuela y gozó muy pronto del favor de los más conspicuos personajes de la corte,
inclusive del emperador Galieno y de su esposa. Plotino concibió la idea de fundar una
ciudad, Platonópolis, en la Campania, que habría de ser la realización concreta de la
República de Platón, y parece que obtuvo para ello el consentimiento del emperador;
pero, por las razones que fuere, éste denegó luego su permiso y el proyecto fracasó.
Cuando Plotino frisaba en los sesenta años tuvo por discípulo al célebre Porfirio, que
más adelante escribió la vida de su maestro, a quien admiraba mucho. Fue Porfirio el
que trató de dar forma sistemática a los escritos de Plotino, dividiéndolos en seis
libros, cada uno de los cuales constaba de nueve capítulos. De ahí el nombre de
Enéadas con que se conocen las obras de Plotino. Aunque, según se dice, tenía el
filósofo un estilo oral grato y elocuente, sus redacciones escritas eran, en cambio, poco
fluidas, y aumentaba la dificultad el hecho de que lo débil de su vista le impedía
corregir los manuscritos. La tarea de Porfirio fue, por lo tanto, bastante engorrosa, y
como se propuso conservar fielmente el estilo del autor, los tratados de Plotino han
sido siempre una fuente de dificultades para cuantos han querido editarlos
posteriormente.
En Roma se acudía con frecuencia a Plotino en demanda de ayuda y consejo, por lo
que desempeñó el papel de una especie de «director espiritual». Añádase que solía
recoger en su casa a niños huérfanos y les hacía las veces de tutor, cosa que muestra
su bondad y amabilidad. Se ganó muchas amistades y ninguna enemistad, y aunque
personalmente llevaba una vida muy ascética, era de carácter dulce y afectuoso.
Dícese que era algo tímido y nervioso, lo cual se barrunta a través de sus lecciones.
Vivía una profunda vida espiritual, y Porfirio refiere que, en los seis años en que fue
discípulo suyo, su maestro experimentó cuatro veces la unión mística con Dios2. No
disfrutó Plotino de una salud muy fuerte, y sus enfermedades tuvieron fatal desenlace
en el año 269/70; murió en una casa de campo en la Campania. Hallábase entonces
Porfirio en Sicilia, adonde había ido por consejo de Plotino para reponerse de un
estado de melancolía y depresión en que había caído; pero un amigo de Plotino, el
médico Eustoquio, llegó de Putéoli a tiempo para escuchar las últimas palabras del
filósofo: «Esperaba verte antes de que lo que en mí hay de divino parta a unirse con lo
Divino en el universo».
Aunque Plotino combatía a los gnósticos, nada dice acerca del cristianismo, cuyas
doctrinas debió de conocer bastante. Si bien no llegó nunca a ser cristiano, se mostró
con todo decidido propugnador de ideales espirituales y morales, no sólo en sus
escritos sino también en su conducta, y fue el espiritual idealismo de su filosofía lo
que hizo que ésta influyese tanto en el gran doctor latino san Agustín de Hipona.
2. Doctrina de Plotino. — Dios es absolutamente trascendente: Él es el Uno, Superior
a todo pensamiento y a todo ser, inefable e incomprensible, οὖμὴ λόγος, μηδὲ
ἐπιστήμη, ὅδὴ καὶἐπέκεινα λέγεται εἶναι οὐσίας.3 Ni la esencia, ni el ser, ni la vida
pueden predicarse del Uno, y no, claro está, porque sea inferior a ninguna de estas
cosas, sino porque es más que todas ellas: τὸὑπὲρ πάντα ταῦταεἶναι.4 El Uno no
puede ser idéntico a la suma de las cosas individuales, pues son éstas las que
requieren una Fuente, un Principio, y tal Principio ha de ser distinto de ellas y,
lógicamente, anterior a ellas. (Es decir, que por mucho que se aumente el número de
las cosas contingentes nunca se llegará así a un Ser Necesario.) Además, si el Uno se
identificase con cada ser individual tomado por separado, entonces cada ser sería
idéntico a cualquier otro y se eliminaría, como ilusoria, la distinción entre los seres,
que es, empero, una realidad manifiesta. «Así pues, el Uno no puede ser ninguna de
las cosas que existen, sino que es anterior a todo lo existente.»5 El Uno de Plotino no
es, por lo tanto, el Uno de Parménides, principio monista, sino que es el Uno cuya
trascendencia hemos visto subrayada por el neopitagorismo y por el platonismo
medio. En efecto, así como Albino había puesto al πρῶτοςθεόςpor encima del νοῦςy
había distinguido entre el ὑπερουράνιος θεός y el ἐπουράνιος θεός, y así como
Numenio había puesto al πρῶτος θεόςpor encima del Demiurgo, y como Filón ponía a
Dios por encima de las Potencias formadoras del mundo, así también Plotino pone a la
Divinidad Suprema, al Uno o πρῶτος θεός, por encima del ser: ἐπέκεινα τῆς οὐσίας.6
Sin embargo, esto no quiere decir que el Uno sea la nada, que no exista; sino, más
bien, que el Uno trasciende a todo ser del que tenemos experiencia. El concepto del
ser lo obtenemos a partir de los objetos de nuestra experiencia, pero el Uno trasciende
a todos estos objetos y, por consiguiente, trasciende también al concepto que en tales
objetos se funda.

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