domingo, 20 de octubre de 2013

LAS OBRAS DE PLATÓN

En general, puede decirse que poseemos todo el Corpus de las obras de Platón. Como
observa Taylor: «No se halla, en ninguno de los escritores antiguos posteriores,
referencia alguna a obra de Platón que no poseamos ya.»1 Cabe, pues, suponer que
han llegado hasta nosotros todos los diálogos de Platón que se publicaron. Lo que no
poseemos es, como decíamos en páginas anteriores, un repertorio de las lecciones que
dio en la Academia (aunque tenemos las referencias, más o menos oscuras, que a ellas
hace Aristóteles), y esta falta sería tanto más de lamentar si estuvieran en lo cierto
quienes ven los Diálogos como obras de divulgación dirigidas a gentes cultas pero no
especializadas en filosofía, en contraposición con las lecciones dadas a quienes se
dedicaban más por entero a los estudios filosóficos. (Se ha supuesto que Platón
disertaba sin necesidad de apuntes escritos. Fuese así o no, lo cierto es que no ha
llegado hasta nosotros el texto de ninguna de las conferencias dadas por Platón en la
Academia. Mas, de todos modos, no nos asiste ningún derecho para establecer una
distinción rigurosa entre las doctrinas de los diálogos y las sustentadas por su autor
dentro del recinto académico. A fin de cuentas, no todos los Diálogos admiten el
calificativo de «obras de divulgación», y especialmente algunos contienen bastantes
indicios de que Platón procuró exponer en ellos con toda claridad sus opiniones.) Pero
decir que lo más probable es que poseamos todos los diálogos de Platón no es lo mismo
que decir que todos los Diálogos que a nombre de Platón han llegado hasta nosotros
sean, en realidad, obras de Platón: hay que separar los diálogos auténticos de los
espurios. Los más antiguos manuscritos platónicos son los de una recolección de sus
obras atribuida a Trasilo y su fecha se ha de poner hacia los comienzos de la Era
cristiana. En todo caso, esta recolección, dispuesta en «tetralogías», se basó, al
parecer, en otra que hizo en «trilogías» Aristófanes de Bizancio en el siglo 3 a. J. C.
Según parece, pues, los 36 Diálogos (contando como uno de ellos las Cartas) eran
admitidos en general por los eruditos de aquellos tiempos como auténticas obras de
Platón. El problema puede reducirse, por tanto, a esta pregunta «¿Son genuinos los 36
Diálogos, o hay algunos espurios? Y, en este segundo caso, ¿cuáles son los de
atribución dudosa?»
Ya en la Antigüedad se formularon sospechas respecto a algunos de los Diálogos. Así,
sabemos por Ateneo (que floreció c. 228 a. J. C.) que no faltaban quienes atribuyesen
el Alcibíades II a Jenofonte. Parece también que Proclo no sólo rechazaba como
inauténticos el Epínomis y las Cartas, sino que llegaba a negar la autenticidad del
Leyes y del República. Como era de esperar, las investigaciones sobre los diálogos
dudosos se llevaron mucho más adelante en el siglo 19, especialmente en Alemania,donde se distinguieron entre todos los investigadores Ueberweg y Schaarschmidt. «Si
se incluyen como aceptables los ataques de todos los críticos antiguos y modernos,
resulta que, de los 36 Diálogos que figuran en las tetralogías de Trasilo, solamente 5
se han visto libres de todo reproche.»2 Sin embargo, la crítica actual es más
conservadora, y existe un acuerdo general respecto a la autenticidad de todos los
diálogos importantes, así como en cuanto al carácter dudoso de algunos de los
diálogos menos importantes, mientras que sigue siendo materia de discusión la
autenticidad de unos pocos diálogos. Los resultados de las investigaciones críticas se
pueden resumir del siguiente modo:
1. Los Diálogos que generalmente se rechaza son: el Alcibíades II, el Hiparco, el de los
Amantes o Rivales, el Teages, el Clitofón y el Minos. Todos los de este grupo, excepto
el Alcibíades II, son, probablemente, obra de contemporáneos, del siglo 4, y no
falsificaciones deliberadas, sino sencillamente obras más superficiales aunque de las
mismas características que los diálogos platónicos; y hasta cierto punto podemos
tomarlos como fuente que contribuye en algo a nuestro conocimiento de la concepción
que de Sócrates se tenía ordinariamente en el siglo 4. El Alcibíades II es, con
probabilidad, obra posterior.
2. Discútese la autenticidad de los 6 Diálogos siguientes: Alcibíades I, Ión, Menexeno,
Hipias Mayor, Epínomis y Cartas. Piensa Taylor que el Alcibíades I es obra de un
discípulo inmediato de Platón3, y Praechter cree también que probablemente no es
obra auténtica del Maestro4. Praechter considera que el Ión es original, y Taylor
observa que «es razonablemente aceptable el considerarlo como original, a menos que
se descubran buenas razones para rechazarlo»5. El Menexeno lo tiene claramente
Aristóteles por platónico de origen, y la crítica moderna se inclina a aceptarlo así6. Al
Hipias Mayor lo más probable es que haya de considerársele como obra genuina de
Platón, pues parece que se alude a este diálogo, aunque no por su título, en un pasaje
de los Tópicos de Aristóteles.7 En cuanto al Epínomis, aunque Jaeger se lo atribuye a
Filipo de Opunte8, Praechter y Taylor lo estiman obra de Platón. Las Cartas 6ª, 7ª y
8ª son generalmente aceptadas como auténticas, y Taylor juzga que la aceptación de
éstas obliga a aceptar lógicamente todas las restantes, excepto la 1ª y quizá la 2ª.
Verdad es que no resultaría nada grato tener que renunciar a las Cartas, pues tan
valiosos informes nos proporcionan para trazar la biografía de Platón; pero debemos
cuidar de que este deseo naturalísimo de utilizarlas no nos influya indebidamente9.
3. La autenticidad de los restantes diálogos parece del todo aceptable. Así que el
resultado que da la crítica viene a ser que, de los 36 Diálogos de las tetralogías, 6 son
en general rechazados, otros 6 se pueden aceptar, salvo prueba en contrario (aparte,vprobablemente, del Alcibíades I y, ciertamente, de la Carta 1ª), y 24 son, en
consecuencia, obra con seguridad auténtica de Platón. Tenemos, pues, un conjunto
muy considerable de obras en las que basar nuestra concepción del pensamiento de
Platón

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