domingo, 20 de octubre de 2013

LA ÉTICA DE ARISTÓTELES

1. La Ética de Aristóteles es francamente teleológica. Considera la acción no en
cuanto buena en sí misma sin tener en cuenta ningún otro aspecto, sino en cuanto que
conduce al bien del hombre. Todo lo que lleve al logro de su bien o de su fin será una
acción «buena» del hombre: la acción que se oponga a la consecución de su verdadero
bien será una acción «mala».
«Todo arte y toda indagación, toda obra y toda elección, parecen apuntar a algún bien;
por lo que el bien ha sido definido con acierto como aquello a lo que tienden todas las
cosas.»1 Pero hay diferentes clases de bienes, que corresponden a las distintas artes o
ciencias. Así, el arte del médico trata de conseguir la salud, el de la navegación, un
viaje seguro, el de la economía, la riqueza. Por lo demás, algunos fines se subordinan
a otros que tienen más el carácter de últimos. El fin de cierta droga puede ser
producir el sueño, pero este fin inmediato se supedita al fin de sanar.
Semejantemente, la fabricación de bocados y riendas para los caballos es la finalidad
de cierto arte, pero esta finalidad está subordinada a la más amplia y comprensiva del
conducir eficazmente a los corceles en las operaciones bélicas. Estos fines inmediatos
se ordenan, pues, a otros fines o bienes mediatos. Pero si hay algún fin que deseamos
por él mismo y para lograr el cual es por lo que queremos todos los demás fines o
bienes subordinados, entonces este bien último será el mejor bien de todos, será, en
una palabra, el Bien. Aristóteles se propone descubrir qué es este Bien y cuál la
ciencia que le corresponde.
En cuanto a esta segunda cuestión, afirma el Estagirita que la ciencia que estudia lo
que es el bien para el hombre es la ciencia política o social. El Estado y el Individuo
poseen un mismo bien, aunque este bien, tal como se halla en el Estado, es mayor y
más noble2. (Tenemos aquí un eco de la República, que considera el Estado ideal como
la justicia escrita con mayúscula.) Aristóteles ve, pues, la Ética como una rama de la
ciencia política o social: podríamos decir que trata primero de la ciencia ética
individual y, después, de la ciencia ética política, en su Política.
Respecto a la cuestión de cuál sea el bien del hombre, Aristóteles hace comprender
que aquí no puede responderse con la exactitud con que se puede responder a un
problema matemático, y que esto se debe a la naturaleza del asunto, porque el objeto
de la Ética lo constituyen las obras humanas, las cuales no pueden determinarse con
exactitud matemáticas3. Hay también otra gran diferencia entre las matemáticas y la
Ética: mientras aquéllas parten de unos principios generales de los que deducen
conclusiones, la ciencia moral parte, en cambio, de las conclusiones. Dicho de otro
1. La Ética de Aristóteles es francamente teleológica. Considera la acción no en
cuanto buena en sí misma sin tener en cuenta ningún otro aspecto, sino en cuanto que
conduce al bien del hombre. Todo lo que lleve al logro de su bien o de su fin será una
acción «buena» del hombre: la acción que se oponga a la consecución de su verdadero
bien será una acción «mala».
«Todo arte y toda indagación, toda obra y toda elección, parecen apuntar a algún bien;
por lo que el bien ha sido definido con acierto como aquello a lo que tienden todas las
cosas.»1 Pero hay diferentes clases de bienes, que corresponden a las distintas artes o
ciencias. Así, el arte del médico trata de conseguir la salud, el de la navegación, un
viaje seguro, el de la economía, la riqueza. Por lo demás, algunos fines se subordinan
a otros que tienen más el carácter de últimos. El fin de cierta droga puede ser
producir el sueño, pero este fin inmediato se supedita al fin de sanar.
Semejantemente, la fabricación de bocados y riendas para los caballos es la finalidad
de cierto arte, pero esta finalidad está subordinada a la más amplia y comprensiva del
conducir eficazmente a los corceles en las operaciones bélicas. Estos fines inmediatos
se ordenan, pues, a otros fines o bienes mediatos. Pero si hay algún fin que deseamos
por él mismo y para lograr el cual es por lo que queremos todos los demás fines o
bienes subordinados, entonces este bien último será el mejor bien de todos, será, en
una palabra, el Bien. Aristóteles se propone descubrir qué es este Bien y cuál la
ciencia que le corresponde.
En cuanto a esta segunda cuestión, afirma el Estagirita que la ciencia que estudia lo
que es el bien para el hombre es la ciencia política o social. El Estado y el Individuo
poseen un mismo bien, aunque este bien, tal como se halla en el Estado, es mayor y
más noble2. (Tenemos aquí un eco de la República, que considera el Estado ideal como
la justicia escrita con mayúscula.) Aristóteles ve, pues, la Ética como una rama de la
ciencia política o social: podríamos decir que trata primero de la ciencia ética
individual y, después, de la ciencia ética política, en su Política.
Respecto a la cuestión de cuál sea el bien del hombre, Aristóteles hace comprender
que aquí no puede responderse con la exactitud con que se puede responder a un
problema matemático, y que esto se debe a la naturaleza del asunto, porque el objeto
de la Ética lo constituyen las obras humanas, las cuales no pueden determinarse con
exactitud matemáticas3. Hay también otra gran diferencia entre las matemáticas y la
Ética: mientras aquéllas parten de unos principios generales de los que deducen
conclusiones, la ciencia moral parte, en cambio, de las conclusiones. Dicho de otro
con la inacción y con la miseria, mientras que la felicidad, que es el fin de la vida,
aquello a lo que todos tienden, ha de ser una actividad y ha de excluir la miseria.6
Ahora bien, si la felicidad es una actividad, y una actividad del hombre, hemos de ver
cuál es la actividad peculiarmente propia del hombre. Ésta no puede ser la actividad
del crecimiento, ni la de la reproducción, ni tampoco la de la sensación, pues de todas
ellas participan también otros seres inferiores al hombre: habrá de ser la actividad de
lo que sólo el hombre posee entre los seres naturales, es decir, la actividad de la razón
o la actividad según la razón. Tal es, verdaderamente, una actividad virtuosa —pues
Aristóteles distingue, junto a las virtudes morales, las virtudes intelectuales— pero
no lo que la gente entiende de ordinario cuando dice que la felicidad consiste en ser
virtuoso, ya que entonces se piensa en general en las virtudes morales, tales como la
justicia, la templanza, etc. De todos modos, la felicidad como fin moral no podría
consistir simplemente en la virtud en cuanto tal: consiste, más bien, en la actividad
conforme a la virtud, en la actividad virtuosa, entendiendo por virtud a la vez las
virtudes intelectuales y las morales. Además, dice Aristóteles, para que merezca
realmente el nombre de felicidad ha de manifestarse durante una vida entera, y no
sólo en breves períodos.7
Pero si la felicidad consiste esencialmente en actuar conforme a la virtud, Aristóteles
no quiere excluir pura y simplemente con esto todas las nociones comunes acerca de
la felicidad. Por ejemplo, la actividad a que tiende la virtud va necesariamente
acompañada de placer, puesto que éste es natural concomitancia de una actividad
libre y sin trabas. Añádase que el hombre no puede ejercer bien esta actividad si no
cuenta con algunos bienes externos —opinión ésta de Aristóteles a la que se
opusieron, por lo menos en su mayoría, los cínicos—.8 Consérvase, por tanto, la
caracterización de la felicidad como actividad, sin tener que sacrificar o excluir por
ello ni el placer ni la prosperidad externa. Una vez más muestra aquí Aristóteles
cuánto de sentido común hay en su pensamiento y cómo éste no es una cosa de otro
mundo, no es hostil a la tierra en que vivimos.
Una vez asentado esto, Aristóteles pasa a considerar en primer lugar la naturaleza
general del buen carácter y de la acción buena, y después las principales virtudes
morales, las virtudes de aquella parte del hombre que puede atenerse al plan fijado
por la razón; por último, considera las virtudes intelectuales. Al final de la Ética
Nicomaquea contempla la vida ideal, es decir, la de la actividad conforme en todo con
la virtud, vida que será la existencia verdaderamente feliz para el hombre.

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