El lugar de nacimiento de la filosofía griega fue la costa del Asia Menor, y los
primeros filósofos griegos fueron jonios. Mientras la misma Grecia se hallaba en un
estado de caos y de relativa barbarie, a consecuencia de las invasiones dorias del siglo
11 a. J. C., que hundieron la antigua cultura egea, Jonia conservó el espíritu de la
civilización anterior1, y al mundo jónico perteneció Homero, aunque los poemas
homéricos gozaron del patronazgo de la nueva aristocracia aquea. Los poemas
homéricos no pueden ser considerados, en verdad, como una obra filosófica (si bien
son muy valiosos, indudablemente, por cuanto revelan ciertos estadios de la vida de
los griegos y de su manera de pensar, así como tampoco debe subestimarse su influjo
educativo sobre los griegos de épocas posteriores); las aisladas ideas filosóficas que en
estos poemas aparecen distan mucho de estar organizadas sistemáticamente (lo están
bastante menos que en los poemas de Hesíodo, el escritor épico nacido en la Grecia
continental, que refleja en su obra su visión pesimista de la historia, su convicción del
imperio de la ley en el mundo animal y su preocupación ética porque se haga la
justicia entre los hombres). Pero es significativo que el mayor poeta de Grecia y el
primer despuntar de la filosofía sistemática pertenezcan ambos a la Jonia. Claro que
aquellas dos grandes producciones del genio jónico, los poemas de Homero y la
cosmología jonia, no se siguieron simplemente la una de la otra; por lo menos —
adóptese la opinión que se prefiera sobre el autor, la composición y las fechas de los
poemas homéricos—, está bastante claro que la sociedad que en ellos aparece
reflejada no era la del período de la cosmología jonia, sino que pertenecía a una época
más primitiva. Además, la sociedad descrita por Hesíodo, el posterior de los «dos»
grandes poetas épicos, está aún lejos de la sociedad de la poliprimero les ocupó la atención fue la Naturaleza en su conjunto. Desde el punto de
vista psicológico, sólo esto podía esperarse.
Así, pues, aunque es innegable que la filosofía griega se originó en el seno de un
pueblo cuya civilización se remontaba hasta los tiempos prehistóricos de la Hélade, lo
que conocemos por el nombre de filosofía griega primitiva era «primitivo» únicamente
respecto a la filosofía griega que le siguió y al florecer del pensamiento y de la cultura
griegos en el Continente; mientras que, con relación a los anteriores siglos del
desarrollo griego, cabe considerarlo más bien como el fruto de una civilización llegada
a su madurez, como algo que señala, por un lado, el período final de la grandeza jonia
y, por otro, los albores del esplendor de la cultura helénica, en particular de la
ateniense2.s griega, pues entre una
y otra ocurrió la caída del poder de la aristocracia, caída que posibilitó el libre auge de
la vida ciudadana en la Grecia continental. Ni la vida heroica descrita en la Ilíada, ni
la dominación de la nobleza terrateniente que describen los poemas de Hesíodo
constituyeron el cuadro en el que surgió la filosofía griega: por el contrario, el primer
filosofar helénico, aunque obra naturalmente de individuos, fue también un producto
de la ciudad y reflejaba hasta cierto punto el imperio y la concepción de la ley, que los
presocráticos, en sus cosmologías, extendieron sistemáticamente a todo el universo.
Así, en cierto sentido, hay alguna continuidad entre la concepción homérica de una
ley última, de un destino o voluntad que gobierna a los dioses y a los hombres, más la
descripción hesiódica del mundo y las exigencias morales del poeta, por una parte, y,
por otra, la primitiva cosmología jonia. Una vez estabilizada la vida social, pudieron
los hombres darse a la reflexión teórica, y durante la infancia de la filosofía lo que
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