viernes, 18 de octubre de 2013

LOS PIONEROS: LOS PRIMEROS FILÓSOFOS JONIOS

TALES
La mezcla del filósofo y del científico práctico se ve muy claramente en el caso de
Tales de Mileto. Dícese que Tales predijo el eclipse de sol que, según Heródoto1, se
produjo al final de la guerra entre los lidios y los medos. Calculan los astrónomos que
un eclipse que fue probablemente visible en Asia Menor ocurrió el 28 de mayo de 585
a. J. C. Por tanto, si la tradición acerca de Tales es verdadera, y si el eclipse que él
predijo fue el del año 585, debió de «florecer» nuestro sabio durante la primera parte
del siglo 6 a. J. C. Se dice que murió poco antes de la caída de Sardes, en 546-545 a. J.
C. Entre otras actividades científicas que se le atribuyen a Tales figuran la
elaboración de un almanaque y la introducción de la práctica fenicia de orientarse por
la Osa Menor en las navegaciones. Las anécdotas que a propósito de él se refieren y
que pueden leerse en la vida de Tales escrita por Diógenes Laercio, por ejemplo, lo de
que cayó a un pozo mientras estaba contemplando las estrellas, o lo de que, en
previsión de una escasa cosecha de olivas, almacenó gran cantidad de aceite, tal vez
no pasaran de ser historias del tipo de las que tan fácilmente se originan en torno a
los sabios famosos2.
En su Metafísica afirma Aristóteles que, según Tales, la tierra está sobre agua (por lo
que parece, se la imaginó a la manera de un delgado disco flotante). Pero el punto de
mayor importancia es que Tales declaró que el elemento primario de todas las cosas
es el agua; o sea que, de hecho, planteó la cuestión del Uno en todo. Supone
Aristóteles que la observación pudo haberle llevado a Tales a esta conclusión
«llegando a [dicho] concepto quizás al ver que todas las cosas se nutren de lo húmedo,
y que el calor mismo se genera a partir de la humedad y por ella se conserva (y que
aquello a partir de lo cual vienen las cosas al ser es principio de todas ellas). De este
hecho sacó su noción, así como del hecho de que las simientes de todas las cosas
tienen una naturaleza húmeda, y el agua es el origen de la naturaleza de las cosas
húmedas»3. Aristóteles sugiere también, aunque, a decir verdad, sin mostrarse muy
seguro de ello, que Tales fue influido por las teologías más antiguas, en las que el
agua —como la Estigia de los poetas— era objeto de juramento entre los dioses. Sea
como fuere, está claro que el fenómeno de la evaporación sugiere que el agua puede
transformarse en niebla o en aire, mientras que el fenómeno de la congelación puede
sugerir que, si el proceso se continuara, el agua llegaría a hacerse tierra. En todo
caso, la importancia de este pensador primitivo consiste en que él fue quien planteó la
cuestión acerca de cuál sea la naturaleza última, fundamental, del mundo, y no en la
respuesta que él diese de hecho a tal pregunta, ni en las razones con que apoyara su
respuesta, fueran las que fuesen.
Otra afirmación atribuida a Tales por Aristóteles, la de que todo está lleno de dioses,
o que el imán tiene un alma, porque, mueve el hierro4, es imposible interpretarla con
certeza. Decir que tal afirmación equivale a afirmar la existencia de un alma del
mundo, e identificar luego esa alma del mundo con Dios5 o con el Demiurgo platónico6
–como si este último hubiese formado todas las cosas a partir del agua— es ir
demasiado lejos en cuanto a libertad interpretativa. El único punto cierto y realmente
importante de la doctrina de Tales es que él concebía «las cosas» como cambiantes
formas de un primario y último elemento. Que designase el agua como este elemento
es la característica histórica que le distingue, por así decirlo; pero lo que le granjea su
rango de primer filósofo griego es el hecho de haber sido él el primero en concebir la
noción de la Unidad en la Diversidad (aunque, ciertamente, no aislase la noción en el
plano lógico), y el que, aun aferrándose a la idea de la unidad, intentara explicar las
evidentes diferencias que se perciben en lo múltiple. La filosofía, naturalmente, trata
de entender la pluralidad que experimentamos, su existencia y su naturaleza, y el
«entender» significa aquí, para el filósofo, descubrir una unidad o primer principio
subyacente. Lo complicado del problema no puede advertirse mientras no se haya
comprendido con claridad la radical distinción entre la materia y el espíritu: antes de
haber penetrado en tal distinción (y aun después de haberlo conseguido, si, una vez
«comprendida», se la niega), las soluciones que se den al problema han de ser
forzosamente simplistas: se concebirá la realidad como una unidad material (al modo
del pensamiento de Tales) o como una Idea (al modo como la conciben ciertas filosofías
modernas). Sólo se puede responder adecuadamente a la complejidad del problema de
lo Uno y lo Múltiple si se entienden bien y se afirman sin rodeos los grados esenciales
de lo real y la doctrina de la analogía del ser; de lo contrario, la riqueza de lo múltiple
será sacrificada a una unidad falsa concebida más o menos arbitrariamente.
Cabe en lo posible que la observación concerniente al imán concebido como un ser
vivo, atribuida por Aristóteles a Tales, represente la persistencia de un animismo
primitivo en el que la noción del alma-fantasma (el espectro, la imagen o el «doble» de
un hombre que se percibe en los sueños) se hubiese hecho extensiva a la vida orgánica
infrahumana y hasta a las fuerzas del mundo inorgánico; pero, aunque así fuera, no
pasaría de ser un vestigio, puesto que en Tales vemos claramente la transición desde
el mito a la ciencia y a la filosofía, y por ello conserva su carácter tradicional de
iniciador de la filosofía griega: άλλἀ θαλῆς μἐν ὅτῆς τοιαύτης άρχηγόζ φιλοσοϕίας.7

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