NATURALEZA DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
1. La historia de la filosofía no es, ciertamente, un mero cúmulo de opiniones, una
exposición de aisladas muestras de pensamiento sin vínculo alguno entre sí. Si la
historia de la filosofía se trata sólo como un ir enumerando diversas opiniones y si
todas esas opiniones se consideran igualmente válidas o sin ningún valor, conviértese
más bien, en ella continuidad y conexiones, acción y reacción, tesis y antítesis, y
ninguna filosofía se puede entender realmente del todo si no se la ve en su contexto
histórico y a la luz de sus relaciones con los demás sistemas. ¿Cómo va a entenderse
de veras la mentalidad de Platón o lo que le inducía a decir lo que dijo, a no ser que se
conozca algo el pensamiento de Heráclito, de Parménides y de los pitagóricos? ¿Cómo
podrá entenderse por qué Kant adoptó una posición aparentemente tan peregrina con
respecto al espacio, al tiempo y a las categorías, a menos que se tengan ciertas
nociones sobre el empirismo inglés y se comprenda bien el efecto que produjeron en la
mente de Kant las escépticas conclusiones de Hume?
2. Pero si la historia de la filosofía no es mera colección de opiniones aisladas,
tampoco se la puede considerar como un continuo progreso ni como una ascensión en
espiral. Cierto que a lo largo de la triádica especulación hegeliana de la tesis, la
antítesis y la síntesis se encuentran atractivos ejemplos de una evolución de esa clase,
pero la tarea del historiador científico no consiste precisamente en adoptar un
esquema a priori y tratar luego de ir ajustando los hechos a ese esquema. Hegel
supuso que la sucesión de los sistemas filosóficos «representa la necesaria sucesión de
las fases del desarrollo» por que atraviesa la filosofía; pero esto sólo sería verdad si el
pensar filosófico del hombre fuese el mismo pensar del «Espíritu Universal». Es
indudable que, prácticamente hablando, todo pensador se ve limitado, para orientar
su filosofía, por los sistemas precedentes y por los contemporáneos (y también,
podríamos añadir, por su propio temperamento, su educación, su situación histórica y
social, etcétera); mas ello no quiere decir, ni mucho menos, que tenga que decidirse
forzosamente a adoptar determinados principios o premisas, ni a reaccionar de algún
modo particular contra la filosofía precedente. Fichte estaba convencido de que su
sistema se seguía lógicamente del de Kant, y la directa conexión lógica que hay entre
ambos la percibe muy pronto cualquier estudioso de filosofía moderna; sin embargo,
Fichte no se vio determinado necesariamente a desarrollar la filosofía de Kant tal
como lo hizo. El filósofo sucesor de Kant pudo haber preferido revisar las premisas
kantianas y negar que las conclusiones que Kant aceptó de Hume fuesen legítimas;
pudo haberse remontado a otros principios o haber ideado unos nuevos por su cuenta.
En la historia de la filosofía hay, sin duda, una ilación lógica, pero no una secuencia
necesaria en sentido estricto.
Por lo tanto, no podemos estar de acuerdo con Hegel cuando dice que «la última
filosofía de un período es el resultado de su desarrollo y es verdad en la más alta
forma que de sí ofrece la autoconciencia del espíritu»6. Mucho depende, naturalmente,
de cómo se dividan los «períodos» y de lo que se quiera considerar como la filosofía
definitiva de cada período (donde hay extenso campo para las más arbitrarias
elecciones, según pareceres y propósitos preconcebidos); pero, además, a no ser que
adoptemos del todo la postura hegeliana, ¿qué garantía tenemos de que la filosofía
última de cada período represente el más alto grado de desarrollo del pensamiento
conseguido hasta entonces? Aunque cabe hablar con todo derecho de un período
medieval de la filosofía y aunque el ockhamismo puede considerarse como la última
filosofía principal de aquel período, no obstante, la filosofía de Ockham no puede
reputarse de ningún modo como el logro supremo de la filosofía medieval. Ésta, según
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